Si recibes este mensaje es porque de algún modo este año has formado parte de mi maleta de alegrías. Es muy probable que no lo hicieras ayer, pero sí lo hiciste durante algún momento en este año, y eso es con lo que me quedo y por lo que te quiero. Por ello quisiera aprovechar estas líneas para desearte aquello que nadie tuvo el valor de decirte debido a que eres demasiado grande para algo tan intrascendente, demasiada suerte para tan poco valiente. Ahí esta tu gracia, tu truco para hacerme ver que no me sobras en nada, pero me faltas en todo, que no hay mejor bucle que tu mirada. Ahí va mi felicitación, mi fuerza:
Quisiera que estas navidades aprendas a vivir contigo, que sientas cómo florece la primavera que llevas dentro, que disfrutes de la belleza de estas vistas tuyas, que te dibujes entre sueños, que arrincones a todas aquellas personas que te dijeron “que ya no”, que brindes por todas las miradas que regalarás este año, que no esperes al tren que ya no vuelve, que no te sientas mal por reivindicar (im)posibles, que te desees muy fuerte y te soples como el diente de león que por no entiende de esquinas y atrapa al universo, en definitiva, deseo que sigas así y me prometas que todavía no te vas a ir.
¡Feliz Navidad!
¡Feliz todo!
¡Feliz todo!