Ya ha pasado otro año y seguimos estando aquí, presentes, con las mentes dispersas, llenas de ideas y de vivencias. Así, quisiera aprovechar este momento para darte las gracias por todos los momentos que hemos disfrutado juntos. Porque hemos conseguido, y con mucho valor y esfuerzo, que todas las tristezas, incluso aquellas que henchidas de presión pretendían ahorcarnos y acabar con nuestras vidas, se convirtieran, minutos después, en sueños y anhelos. Nos ha costado, pero ¡lo hemos conseguido!
¿Quién nos hubiera dicho que durante este 2014 pasearíamos por la luna y dormiríamos acurrucados entre cunas de estrellas? Seguramente nadie.
Puede que, en el fondo, como todo lo bueno, este año haya sido un tanto desastroso, un tanto monótono y en ocasiones tan gris que parecía un callejón abrumado y sin salida. Pero, realmente sabemos que éste ha sido estupendo. Y es que por primera vez en nuestra historia hemos aprendido a bailar entre lágrimas, a desnudarnos ante los problemas y a soltar sonrisas tras las impertinencias que nos han escupido las bocas ajenas. Y a pesar de que nos dijeran que eso iba a ser un imposible, lo logramos.
Hemos aprendido que saltar al compás de las olas es más divertido que cobijarse en ellas (y también mucho más fructífero). Y que las decisiones todavía son más bellas cuando se comparten a sorbos y se nutren de besos y abrazos. Y es que, ¿acaso hay algo mejor que pintar la vida a dos manos?
Quisiera agradecerte todos las pasajes que hemos compartido y todos aquellos que se han quedado a medias. Darte las gracias por haber permitido que nos conjugáramos en presente y nos recreáramos en futuro. Así que tranquilízate porque este 2015 nos permitirá acabar con ellos. Bien sabes que a mí no me gustan las cosas que se quedan a medias salvo tus abrazos, pues por ahora no quiero que los extermines (deseo muchos y muchos más).
Y es que disfrutar de ti "a puertas abiertas", es decir, como me lo permites a mí, es como expulsarme a mí mismo y lanzarme hacia el vacío, aunque en muchas ocasiones haya fallado por tener pánico a las alturas. Y no es que no me agradara la mano que me ofrecías, sino que no confiaba en el poder que tienes para conseguir que el choque de una caída de tres metros de altura fuera como caer en una cama atiborrada de seda y algodón. Nunca antes había pensado que parar el reloj para estar contigo supusiera la mejor clase de economía de vida: que por cada 30 litros de lágrimas expulsados, nos hayamos reído tres meses seguidos. Y esto, la verdad es que no tiene precio. O quizá sí. Y esa es la razón por la que continúo queriendo estar a tu lado. ¡Porque vales infinito exponencialmente hablando!
Este año quisiera que todo lo bonito se convierta en bello. Quisiera que el silencio glacial de los momentos duros, y sobre todo los que nos retuercen de dolor, deje de olor a azufre y pase a despedir aroma mentolado (recuerda: nuestros pulmones necesitan respirar). Sé que será complicado pero este año he conseguido algo infinitamente mayor: he aprendido a leerte por dentro y a sentirte en mis venas.
Con todo, quisiera corresponderte, y por ello quisiera que este 2015 me cumpla dos deseos. En primer lugar, que sigas siendo tú. Después, que siga lloviendo. Porque es precioso quererte mientras la lluvia empapa nuestro mundo.
Gracias, gracias y más gracias.
¡Feliz año!
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