miércoles, 28 de enero de 2015

Si los exámenes te agobian....




Llegas, te sientas, se te nubla la vista y tu cuerpo se petrifica. Agarras el bolígrafo con mucha fuerza y empiezas a dejarte llevar, permitiendo que el flujo de palabras encasilladas en las neuronas de tu cabeza se evaporen y se conviertan en compases y ritmos de esa pieza musical. Con suerte, con mucha suerte, dispondrás de 60 minutos para poder delimitar los acordes de la melodía. Sin embargo, el binomio 'mente-mano' o 'mano-mente' va tan veloz que apenas tienes tiempo para pulir el pentagrama. En cuestión de segundos, todo tu mundo se paraliza, se disuelve en un mar de lágrimas. Tu vida se convierte en un abismo en el que solo tiene cabida la inteligencia y la memoria. Y empiezas a odiarlas. ¿Por qué? ¿Por qué esta pregunta?, ¡Me lo leí ayer debo acordarme de ello!, ¡Sí!....Y mientras todo gira, tu esperanza de vida se retuerce e intenta ahogarse. Pero entonces, le pones freno. Recuerdas que tienes un padre, una madre, unos abuelos, una familia a la que acudir y un grupo de amigos con los que brindar por la vida. Y así, sigilosamente tus músculos se desabrochan de la prisión y tus venas vuelven a dosificarse. Sientes que tus ríos de sangre quieren explotar, ser subterfugio de tu espíritu, y empiezas a desnudarte (¡se acabó esta mierda. Tengo que aprobar. Me lo sé. Debo concentrarme. Ojalá Dios me ayude!). Y te desnudas. Te desvistes del ropaje de la amargura, de la presión y de la incomprensión personal. En definitiva, empiezas a ser tú. El problema es que han pasado cuarenta minutos, te quedan 20 y tienes prácticamente todo por relatar. Y sabes que no eres idiota ni vago, pero el tiempo es un hechicero que te maldice cuando te ves agobiado. Ciertamente, no suele ayudar (le habrán dado muchos palos). ¿Sabes qué? ¡A la mierda el tiempo! Olvídate de él y escribe, escribe y escribe. Tu madre pudo y tu padre también. Si los exámenes te agobian....¡Agóbiales tú! 

¡Mucho ánimo, crack! 

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