Me encanta sentirte tan cerca cuando en realidad estás a 10.000 kilómetros. No sé, pero curiosamente me encanta saber que la distancia no respira si se trata de nosotros. En días como éstos -en los que nos volvemos tan imprescindibles- me gusta escribirle versos a la noche y sentirme habitante de los recuerdos perdidos. Descifrar el pulso de tu cuerpo es la única realidad que a la vez también es deseo. Escuchar tu voz es esa llama que me hace sentir todavía más vivo. Ya no quiero soñar por ti ni tampoco contigo. Y es que lo único que me llena es lanzarme hacia el vacío y sobrevivir a este jodido obstáculo llamado tiempo.
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