martes, 24 de julio de 2012

XIX. Duermo

DUERMO.
Ya no me queda nada,
ni pensamientos, ni deseos ni amores.
Mis pupilas están vacías de hambre,
cansadas de devorar instrumentos y paisajes.

DUERmo.
Cabeza apoyada sobre suave almidón,
voluptuoso misterio el ayer
que crepita mi mente
y colorea de rojo, mi interior.

DUermo.
Hipnosis y perversión esquelética,
sangre de animal chorrea la ventana,
perro alado, ladrones descorchados,
campos alelados y monstruos congelados.


Duermo.
Palabras embriagadas de locura,
de ausencia inocua y de cayena.
Alma enmarañada en temida trampa
que tiende la noche, cuando se apaga la llama.

''Duermo''.
Ya no queda nada,
nada de la nada que existía en la oscuridad,
ni bichos ni luciérnagas gigantes.
Nada, céfiro de ausencia fantástica.

Despierto.
Las partículas estrelladas se desintegran.
La luz escuece la víscera queratinosa
del espíritu de la sombra que cada noche
me embotella en un mar de tinieblas. 


La calle se pinta con el color del alba.











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