lunes, 8 de septiembre de 2014

Dolores que matan




Si algún día me lo permiten, gritaré tan fuerte que rasgaré la finísima piel del aire. La dulzura de mis gorjeos se transformará en un rugido feroz y atronador -algo un tanto impensable e impropio de una figura como la mía, ¿verdad? -. Y el mundo temblará. Y tú reflexionarás. Y ellos...¡ se morirán de pena y de maldad!

Es curioso, pero los ojos humanos son terriblemente deshonestos, inmundos.

Y lo peor es que ni ellos mismos son conscientes de ello. Pero para eso estás tú. Para aclamar al mutismo del silencio y exhortarle o rezar. Aclamar a los Cielos que deseamos que, de una vez por todas, todas las verdades que flotan en su cauce - el del silencio - se transformen en murmullos comprensibles a nuestros oídos. No importa el cómo. Simplemente queremos conocer todo lo que nunca nos ha dicho, todo lo que un día quiso contarnos y nunca pudo a causa de su impotencia.

¿Por qué hay tantas injusticias?

¿Por qué hablar de amor es hablar de odio?

¿Por qué las risas no son efecto de una retahíla de penas?

¿Sabes? nunca debes fiarte de la mirada dócil de un humano. Por muy interesante, agraciada, preciosa o melancólica que parezca, nunca, nunca y nunca te dejes cautivar por ella. Recuerda que no eres más que un simple "pajarillo" en un mundo de monstruos y de gigantes. Y es que a pesar de todo,  nosotros nacimos para ser fuertes, para luchar contra el pico descomunal de esa gaviota egoísta que lo quiere todo para ella, para vivir entre los recovecos de nuestras estimadas copas de árboles.

Pero de los humanos nunca te fíes, pues ellos nunca apreciarán la belleza de tu trino como lo hacen los árboles o la misma madre - naturaleza expresiva -. Sus ojos, ciegos por placer - viciosos ellos -,  nunca disfrutarán de la gallardía que desprendes al saltar de una rama a otra o al batir tus alas en el inmenso cielo. Y eso que tú y yo destacamos por contener color, mucho color. Pero justamente ése no será un motivo justo ni tan siquiera bonito para que un ojo se clave en el estertor de tu presencia. Y si algún día ocurriera, ves con cuidado, pues creerán que te encuentras solo y exhausto de tanta pena. Confiarán y ciegamente que no sabes volar y que eres un trozo de naturaleza muerta, que ya lo ha hecho todo en esta vida y que debe ahogarse entre las cenizas de sus propias penas. Entonces, en ese momento, despliega tus garras y grita muy fuerte, porque esta realidad es puro dolor y este dolor nos está matando. 

pd: Un pajarito que vela por tu vida o por tu propia muerte. 




1 comentario:

  1. Me he quedado con la segunda pregunta "¿Por qué hablar de amor es hablar de odio?", pues porque nos hemos empeñado en ser de plástico, en arrasar todo a nuestro paso. Nos estamos convirtiendo en nuestros mejores enemigos. Y así nos va. O eso creo yo.

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