viernes, 10 de abril de 2015

Belleza también eres tú


Nunca creí que dos míseras pupilas llegarían a acariciar esa palabra llamada belleza. Pensaba que el síndrome de Stendhal solo atacaba bajo los árboles de la bella Florencia. O al menos eso me dijeron. No obstante a veces ocurre que las ilusiones bajan de las nubes y se convierten en transeúntes amantes de la locura. Y así sucedió ese instante en el que nos conocimos. Mis ojos, transidos de miedo al agua, se convirtieron en tripulantes del mar de tus ojos y mis manos, exangües de padecer de una intensa sequía de caricias, en volátiles guerreros de todos los centímetros de cuerpo. Simulabas ser real, pero en verdad eras diferente y esa fue la razón que arponeó mi corazón. En cierta medida fuiste la luz que avasalló la oscuridad de mis días. Tu voz de "te quiero mucho, pero tengo miedo al amor" fue el aliciente para luchar por tenerte y ayudarte a sentir que no eras una obra más sino la única, la elegida, la ideal. Por tus ojos supe que la soledad no solo es herida sino también pincel o brocha capaz de colorear un lienzo triste y vacío. La extensión de tu sonrisa me susurró que las conquistas son más bellas si se hacen con versos y no con cuernos. Y tu corazón, ¡ay, tu corazón!, sangrante y dolido, me confirmó que Venecia y Florencia no tenían nada que envidiarte porque belleza también eres tú y todos los lunares de tu rostro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario