Cada vez que alguien pronuncia su nombre suceden cosas extraordinarias. No importa el lugar en el que te encuentres pues siempre ocurrirá algo paranormal. Un susurro, un leve murmullo o un escuálido bisbiseo es arma suficiente para despertar y formar este ejército de guerreros invisibles que hacen que todo, absolutamente todo, se vuelva aún más bonito.
Algunos lo llamarán suceso contemporáneo; yo, fenómeno extraordinario. Cada vez que alguien exclama ese nombre, una bandada de pájaros se lanza al vuelo e ilustra corazones gigantes en el cielo, a través de una perfecta disposición de sus cuerpos menudos en el aire. Este sería el más ridículo detalle de todo lo que puede ocurrir cuando hablamos de apelativos hacia su ser. Y sino pregúntale a una abuelita, una señora de esas que ves por la calle y piensas: ¡cuánto corazón cabrá en este pedacito de carne! y verás que te dirá que si vocalizas ese nombre con firmeza y con seguridad plena, nunca y nunca te verás inmiscuido en las tinieblas de esa prisión llamada soledad. ¡Cuánta razón tiene! - pensarás y te repetirás día sí y día también. Porque realidades de esta índole duelen y más aún cuando eres joven y crees que te vas a comer el mundo y que vas a devorarlo a la de tres. Y es que efectivamente las abuelitas de faldas oscuras y con cabelleras henchidas de laca son muy sabias.
Ojalá algún día lleguemos a comprender que la belleza no solo entiende de nombres y adjetivos sino también de sensaciones. Que una cosa puede ser bonita por el simple hecho de sentirla o de rendirse ante su esencia. Que no todo lo que nos rodea debe ser esbelto y vibrante. Y que, por supuesto, debemos dar por hecho que la mayor parte de las personas bonitas no encajan en el molde que esta sociedad ha forjado. El mundo se encuentra envuelto entre paños de locura y nos fuerza a creer que solo las flores de gran tallo y de exuberantes pétalos son las que realmente valen la pena. Y maldita mentira, ¡porque esas flores son las que más violan y más heridas provocan (tienen pinchos)¡.
No creas que escribo esto para alentar sueños o infundir miedos. Simplemente estoy tratando de amenizar esa realidad por la que tantas lágrimas has esquivado, pues nunca quisiste comprender que la poesía ya ha transgredido el papel y se postra ante ti, reflejándose en los ojos de aquel hombre que te inquieta con su mirada perversa o aquel niño hambriento que ante un trocito de pan, encaja sus manitas, mira al cielo y exclama: gracias por dejarme vivir un día más.
Cada vez que alguien pronuncia su nombre suceden cosas extraordinarias.
Hay nombres que llenan el corazón, el alma y la piel, y nos salvan (un poquito, aunque sea).
ResponderEliminarEstá claro, Katerina :)
Eliminar