martes, 8 de julio de 2014

¿Me permites un consejo?

Ya no escribo para liberar todos los pretéritos o pensamientos de futuro que entre segundo y segundo se arremolinan entre las arterias de mi cuerpo. No, ya no. Desde hace un mes ya no escribo para amenizar mis tardes de sequía amorosa o de aburrimiento vagabundo pues ahora escribo para sentirme feliz, para quebrar este nudo de euforia desmedida que se aposenta en mi garganta y que no me deja ni respirar.  Euforia que, en el fondo, es aire y aire que, en mi seno, es vida. Desde ese día no sabes cuánta felicidad aletea por mi vida. Y eso que todavía tengo que aprender y demasiado. Porque  escribir es un arte y yo solo tengo una brocha. Pero, ¿qué más da? Si al final nacimos para morir y morimos para la eternidad.

Ya no escribo para ser un poeta más sino para saciar el mayor capricho que he conocido desde que tengo uso de razón. Sabes cuál es, ¿no? pues hacer lo que me da la gana. Adentrarme en este cielo de letras desordenadas como es mi mundo y narrar todo cuánto pueda y lo mejor que pueda. Porque si hay algo que las estrellas me han contando en todas estas noches en vela ha sido que el paso del tiempo es más rápido que un beso encajado entre dos labios, igual de veloz que el haz de luz que despiden los rayos en el cielo. Por ello quiero que me permitas un gran consejo: no permitas que nadie se apodere de tu tiempo.

Abre los ojos, coge una hoja en blanco y apunta todo aquello que siempre has querido hacer y que nunca has podido realizar en tu tiempo libre. Realizado esto, libérate de todo y empieza por la primera. Sentirás como tu cuerpo se llena de intensidad y como tu mente se libera de grandes toneladas de  irreverentes pensamientos (todo depende de la cantidad que poseas). Y es que si hay algo que puedo decirte es que o haces lo que te gusta o tus ansias se marchitarán como una flor que necesita beber y nadie puede abastecerla de agua pues la única persona que puede eres tú.




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