martes, 28 de abril de 2015

Eres el paraíso


Cada vez que salgo al jardín irremediablemente me acuerdo de ti y me vienen a la mente todos aquellos jardines de sentimientos y de cosas bonitas que cultivamos juntos. Añoro las calurosas tardes de verano en las que el maldito y temido chorro de la manguera acababa siendo el impulsor de todo ese regimiento de besos. Tu camiseta mojada, tu vestido empapado, tus sandalias volando por el aire mientras nos agarrábamos las caras y nuestras lenguas se recreaban en esas cuevas que alguien denominó bocas. Tampoco me olvido de esa sonrisa traviesa que dibujaban tus labios cada vez que me veían hacer el indio entre las macetas. No es que suela hacer el payaso en mi vida, pero tú me hacías y me haces ser diferente. Mi abuela dice que este cambio ocurre porque las flores bonitas son tan bellas que se convierten en algo inexplicable e ininteligible para la lógica de nuestro cerebro. Y puede que sea cierto, que seas una flor, y que seas tan cierta como todas las caricias que se esfumaron y como todas aquellas veces en las que juntos escapamos del llanto. Si alguien me pregunta quién eres, yo siempre digo que eres todo aquello que solo yo he podido vivir. Y no creo que mienta, desde que estamos juntos los jardines han pasado a ser mi paisaje favorito. Sí, no les tengas envidia, pues la razón de que ellos sean eso eres tú, porque eres el paraíso que Dvicio siempre habló, la laguna perdida a la que solo acceden los corazones perdidos, ese palacio en el que las tristezas solo son bienvenidas si son para compartir, esa luna por la que cualquier hombre se mataría por conquistar.

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