Solamente tú fuiste capaz de cimbrearme entre los flecos de tus miedos y de despojarme de todo aquello que no aporta(ba) nada a ese verbo denominado amar. Cuesta creerlo, pero así fue. Todavía me pregunto cuántos kilómetros de sueños pensaste que recorreríamos juntos y si alguna vez tus ojos trataron de inventar la realidad de que algún día llegaríamos a ser algo más que dos cuerpos encarcelados bajo un mismo toldo de estrellas. Y es que al principio lo nuestro fue un auténtico reto en el que apenas cabía un rayo de frases correctas, educadas y perfectamente dispuestas. Efectivamente fuimos reto, pero paulatinamente nos permitimos ser átomos de sol y también ondas de agua, y gotas de sensibilidad, y azúcar contra la ira, y alcohol capaz de quemar toda herida. Pudimos ser todo, pero al final nos dimos cuenta que no éramos más que dos retales de imperfecta belleza en busca de una alianza perdida. Y así fue nuestra conquista, nuestro primer óleo, o lo que es lo mismo, nuestra segunda vida.
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