Qué bonita te pones cada vez que sonríes. Deberías sonreír más. No sabes cuánta primavera se posa sobre tu cuerpo cada vez que enseñas sin tapujos la plenitud de tu dientes. ¿Por qué no te acostumbras a hacer de ello una costumbre? Sé que es complicado, que es un infierno para ti pues la vida ha sustituido todas tus sonrisas por espinas, pero no puedes permitirte caer en ese precipicio. No pienso permitírtelo. Tú eres una persona preciosa y tu corazón, aunque ahora se sienta afligido y pequeñísimo, es el mejor instrumento, la mejor baza de la que dispones para escapar de esta jodida situación a la que te llevó ese cabrón. Ojalá los días hagan que se olvide de su nombre y vuelva a ser ese trozo de persona que jugaba a intercambiar cromos en el recreo, ese pedazo de cielo que era por su estatuto de niño. La verdad es que no le deseo ningún mal que no sea tu felicidad eterna y que se pierda en el planeta de los dolores sufridos para que sienta todo el daño que te hizo y que hizo a la humanidad. Venga, deja de frotarte las lágrimas de los ojos y desmelena otra vez esa sonrisa que arde en ti. Que sí, joder, que estás preciosa así. Y es que cada vez que lo haces su corazón se retuerce de dolor. Venga, vuela, pequeña, vuela.
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