jueves, 7 de junio de 2012

XII. Para tí

Recuerdo el día que estuvimos hablando de mi blog. Me animaste a continuar escribiendo y a disfrutar haciendo lo que me gusta. Así, que aquí me tienes, dedicándote un post entero en mi cuaderno virtual erosionado por el paso de los meses. Y no actualizo para hablar de iconos del protocolo, como sería el caso de Urbina, a quién tu desconocías e ignorabas, pues estabas ''harta de libros protocolarios'', sino que escribo para tí.

Qué alma tan alborozada la tuya, pues ya puede andar a sus anchas. Independiente del material mundano; aferrada a la naturaleza intangible y sobrehumana. Serena como una ola sosegada que es capaz de acariciar dos escenarios tan sumamente distintos, que solo la naturaleza osa a experimentar. Tres medios como son la tierra, el aire y el mar.

Qué alma tan privilegiada la tuya, pues no solo sabe correr por los campos y nadar, sino que ahora también puede desplegar un par de alas doradas. Alas que, con un suave pero intenso aleteo, son capaces de circunvolar el planeta tierra, disfrutando de una paz sobrenatural. Tranquilidad eterna, ansiada por el hombre. Pero, que para tí ya es una realidad.

Desde que naciste has estado jugando sin cesar con la madre naturaleza. Primero, a aprender lecciones de vida como gatear, andar y correr. Después,  a caminar por terrenos llanos, rocosos, asfaltados e incluso henchidos de ejércitos de flores de colores. Paralelamente, aprendiste a entumecer tímidamente los pies en aguas marinas y de porcelana, para acabar poco después desafiando el terrible oleaje del mar. Vestirse, comprar, ayudar, amar, sonreir y luchar han sido constantes para tí. Polinomios que han perseverado y han dado sentido a tu vida. Funciones que han corroborado a hacerte sentir útil y querida, a esforzarte y a batallar por un futuro que ya estás gozando.

Sin embargo,  tus pies ya no pisotean el polvo callejero que terriblemente se acumula entre los resquicios de las baldosas de la calle. No, ya no. Tus zapatos nunca más se asfixiarán de humedad en los días de lluvia al hollar las negruzcas y enfangadas charcas. No, nunca más. Y nunca más porque ya no te hace falta calzado para caminar. ¡22 años de esfuerzo parecen haber valido la pena!. ¡Qué sensación tan hermosa!, ¿no? Sentir como el aire te mece meloso entre sus brazos y te acuna del mismo modo que hace con las hojas y con los pájaros. Poder cabalgar entre las nubes, subir, bajar, virar y fluir por la bóveda celeste sin ataduras, libre como un ave.

Hoy, el mundo ha ovacionado tu alma y tus azañas. Tus allegados, amigos y conocidos nos hemos postrado ante tí y ante Dios para coronarte con una tiara de diamantes preciosos. Diamantes compuestos de cariño, amor y oración. Un acto tan bellamente emotivo que ni cientos de palabras serían capaces de relatar con pelos y señales.  Ni la pluma más afilada del mundo podría, pues solo el recuerdo puede recrear tal acontecimiento. Así, ahora, mi mente recuerda con vivacidad como las pupilas de algunos invitados a tu fiesta despedían acuosas lágrimas mientras tú te limitabas a soltar sonrisas desde el altar, con tu melena rubia cenicienta y tus labios rojos como el carmín. Sí, como el carmín.

Para tí, Carmina. Sonrisa de carmín.








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