viernes, 24 de febrero de 2012

X. Alba Gaditana

Con parsimonia su cabellera
desciende sin enredaderas,
lisa,
reluciente,
quizás embriagada de keratina,
con tierno olor a mujer,
a mujer dulce,
a lucero,
a mañana.
Sus ojos
piedra de esmeralda son,
dos almendras verdosas,
atentas,
atractivas
como la piel de una manzana.
Sus labios redondos,
hambrientos
de palabras,
derrochadores
de sílabas,
amantes de
la dicharachería,
enamorados del silencio,
de lo bajini.
Un cuerpo de cristal
erige su figura,
fotografía de
muñeca,
de porcelana.
Corazón que late
a ritmo de carcajada,
que se nutre
de algazara
en las lecciones,
que disfruta,
sonríe
y apacigua
los terribles monstruos
que escapan del planeta
 melancolía.
Luz matutina,
nítida como
sábana almidonada
y clara como
el ocaso,
nombre de mañana,
de estrella engalanada
de alegría de la huerta,
de pasión gaditana.
Y aunque los animales
no le hablen,
como Nino,
ella susurra
a sus espaldas
pues detesta a las gentes
que se enfundan
en abrigos de oso,
de liebres y de vacas.
Mujer de pétalos ardientes,
de alas de ángel,
transparentes
como el agua,
pura y mansa,
Alba es nombrada.









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