miércoles, 22 de febrero de 2012

IX. Noche




Por las noches mi alma siente como la vida se deshilacha. 
Me atonta ver como lo claro se viste de oscuro 
y como lo dulce se torna agrio,
como desiertan las calles de calor humano y
 dormitan tus ojos bajo esta bóveda oscura, llena de astros.

Mis ojos sienten como la noche se engalana de encanto,
apagando las luces, las calles y los campos
bajo una luz tenue y tiznada de llanto,
mientras en mis oídos retumba  
el silencio grato que respiran las estrellas
tan cándido como una sábana
y a la vez tan libre como una nube,
pues cariñoso y soñoliento
susurra historias de la urbe.

Y a altas horas, bien dormido,
 percibo el maullido de un gato lejano,
que famélico y apenado busca alimento
 entre los escombros que yacen
bajo la copa de un árbol centenario.

Y pasan las horas y la noche
sigue habitando entre nosotros
hechizando lo que encuentra
por la ruta de su andanza,
mientras que tú 
continúas igual de perfecta,
de hermosa y delicada,
emborrachándome de sueños,
de amor y de esperanza
hasta que los visillos del  sol
escapan por la ventana,
despertando tu mirada,
tu corazón y mi alma.

Y es en este momento cuando comprendo
 que la noche es como un cuento,
que tiene un principio y un final,
que tu sigues estando conmigo,
aunque la noche haya vuelto a anidar.


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