viernes, 3 de febrero de 2012

IV. El asiento deseado


 Carnívoro, bípedo, mirada desafiante y dos manos asimilables a garras, estas son las características que configuran el perfil del velociraptor del S.XXI.  Aquél que fue el dinosaurio más veloz vuelve a habitar en el planeta tierra, aunque esta vez, disfrado de humano.

Hace varios días me crucé con uno de ellos en el autobús. Eran las cuatro de la tarde y yo esperaba con impaciencia la llegada del bus.Como de costumbre, iba apurado de tiempo, y mientras esperaba empecé a hacer cábalas sobre porqué cuando tienes prisa, cobra vida el refrán ''vísteme despacio que tengo prisa''.

Los minutos se deslizaban por el reloj como si de un tobogán se tratase. 1,2,4,5,6 y 7. Al séptimo minuto apareció el Transporte Metropolitano. El armatoste de hierro forjado se detuvo delante de mis narices y me dispuse a entrar. Detrás mío, un remolino de nueve personas trataba de embutirse en el vehículo, soltándose algún que otro codazo.

El autobús iba a rebosar, así que apenas cabía un alfiler. No obstante, conseguimos entrar todos. El motor soltó un rugido áspero y fiero, y enlatados como sardinas nos dirigimos rumbo al horizonte. Ancianos, adultos, jóvenes y algún que otro niño formaban parte del estómago de este monstruo de cuatro ruedas. Después, estaban mi sombra, mi prisa y yo.

Pasadas tres paradas, mis ojos escrutaron un asiento vacío. ''Esta es mi oportunidad'' pensé, mientras caminaba en busca de tal preciado tesoro, como quién no quiere la cosa. Ya casi lo tenía, había esquivado, sorteado, toreado y rehuído de todos los seres presentes en el pasillo, e incluso creo que de los ángeles. No obstante, el velociraptor se interpuso en mi camino, me cerró el paso con sus garras terroríficas y se sentó en el asiento.

Por un instante, mi corazón dejó de latir y mis ánimos flaquearon. ''Los velociraptors no existen'' me dije, mientras contemplaba con desdén a este, quién a su vez, alternaba sonrisas burlescas con miradas retadoras. ''Cierto'' me dijo la señora de al lado. Decidí callarme y observar el panorama.

 Nunca había visto a un velociraptor en persona. Siempre me habían dicho que no existían, excepto en el mundo del cine, donde en ciertas ocasiones habían sido inmortalizarlos en formato DVD. La verdad es que el velociraptor ha experimentado una evolución en el ciclo de su vida. Al menos, el que yo ví. Su cuerpo asemejaba el de una mujer adulta de 60 años, pelo teñido de negro con ligeros mechones de canas y unos ojos saltones y extremadamente miopes. Su cuerpo era diminuto y de piel blanca como la leche semi-desnatada. Todo en él parecía menudo y frágil. Sin embargo, su fuerza, su velocidad, su mirada y sus maneras fueron capaces de aterrar a todo el personal.

 Ahora, ya puedo decir que he visto a uno y esta vez era humano y no tenía cola. Según fuentes anónimas de Facebook, los velociraptors existen, tienen silueta de mujer adulta y no buscan el valle encantado, sino el asiento deseado.

 




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